ESCALERA ORGÁNICA EN AMOT ATRIUM TOWER

La escultórica escalera de Oded Halaf y Tomer Gelfand presenta curvas y descensos en picado para crear fluidez dentro de la espaciosa torre de oficinas.

En 2016, la Amot Atrium Tower, estructura geométrica única diseñada por el famoso arquitecto Moshe Zur, se convirtió en el edificio más reciente construido en el distrito israelí de Diamond Exchange, en vías de expansión. Situado en la entrada del distrito central de negocios de Ramat Gan, en Tel Aviv, presenta una fachada dinámica y con profusión de detalles a los visitantes que entran en la ciudad. Con 158 metros y 38 pisos destinados al comercio minorista, el rascacielos de cristal ha obtenido la certificación LEED Platino, la primera de su tipo en Israel. Cada piso de la torre de 43 plantas consta de dos alas con un núcleo común para el ascensor que es visible desde el exterior.

El volumen del patio interior orientado al norte se extiende por toda la altura de la torre, lo que permite que se filtre una cantidad controlada de luz natural en los vestíbulos de la planta. Esta solución permite a los usuarios del edificio disfrutar de las vistas, tanto cuando esperan el ascensor como cuando van en él. Además, la visibilidad del movimiento del ascensor desde fuera crea una fachada dinámica de la torre desde el exterior. La secuencia geométrica que expone el patio interior en la parte inferior de la torre continúa hasta las plantas superiores. Estas plantas albergan el patio interior, que se convierte en un volumen interno que crea una formación geométrica única.

Situada en el vestíbulo de entrada de la torre se encuentra una extraordinaria escalera escultórica de Tulipwood Estadounidense. De hecho, el nombre del edificio viene de su impresionante vestíbulo de entrada al patio interior, diseñado por el arquitecto Oded Halaf, quien ideó una solución radical: construir una escalera en forma de tornado, una pieza escultórica que proporcionase movimiento e interés al vestíbulo ortogonal acristalado de cuatro plantas de altura. Halaf también quería que la escalera careciese de todo soporte visible: una tarea compleja y aparentemente imposible que hubo que subcontratar a un experto con la combinación adecuada de conocimiento, experiencia e inmensa creatividad.

Dada la complejidad del proyecto, Halaf contrató a Tomer Gelfand, un maestro artesano especializado en ofrecer soluciones arquitectónicas a problemas de ingeniería. Desde que heredó el taller de su padre, fundado en 1976, Gelfand ha tenido amplia experiencia en implementaciones de intrincado diseño en madera, acero inoxidable y vidrio. Durante un período de 18 meses a partir del momento en que Halaf presentó el boceto de la escalera a Gelfand, este logró ejecutar, supervisar y finalizar todas las fases de construcción, y hacer realidad el sueño de Halaf.

Según Gelfand, la estructura de la escalera se compone de dos partes entrelazadas: una escalera metálica a modo de esqueleto y un envolvente escultórico de madera. Juntas, se elevan desde el mostrador de recepción como un expresivo tornado: concebido en la planta baja, se levanta hasta el entresuelo de la primera planta, catorce metros por encima. El mostrador de recepción se concibió como el punto de partida para la escultura de madera en espiral y es del mismo tulipwood que los pasamanos de la escalera. Para conseguirlo, Gelfand ideó un sistema de perfiles de madera continuos, de aspecto fluido y flexible, pero extremadamente rígidos y estables.

«La estructura completa consta de las escaleras en espiral y un elemento similar a un tornado que parece surgir de las paredes reflectantes del vestíbulo de entrada. Las escaleras y los elementos de tornado se funden en la parte superior de la primera planta, y la cubierta redondeada actúa como un balcón que da al impresionante vestíbulo de abajo. Arriba, está rematado por un elemento redondeado similar, que corona el proyecto y perfecciona la intrincada composición», afirma Gelfand.

Gelfand empezó por aplicar un escaneado de tipo IRM al esqueleto, que atravesaba verticalmente la estructura y generaba secciones en la anchura del perfil de madera en cuestión. El número resultante de secciones transversales, cada una de ellas exportada con un requisito de radio diferente, producía una cantidad aparentemente interminable de arcos. Para solucionarlo, Gelfand redujo el número de secciones transversales a «arcos maestros» mediante el cálculo de la tolerancia media a la flexión del perfil de madera, lo que determinó el radio y el ángulo de dichos «arcos maestros».

A continuación se trataba de crear los perfiles radiales a partir del propio material: se cortaron un total de 9000 metros lineales de tulipwood con la máquina CNC (de control numérico por ordenador) para crear el suministro de madera necesario para los arcos maestros, cada uno codificado y marcado para encajar con precisión en el gran esquema. Como no había una sola pieza intercambiable, hubo que tomar cada medida de antemano para garantizar el éxito de la instalación final. Por ejemplo, cada uno de los puntos de conexión entre los módulos se completó con un radio inverso; juntos, forman una onda sinuosa, lo que crea una transición fluida.

Tanto Halaf como Gelfand seleccionaron tulipwood estadounidense para el proyecto, ya que reunía los requisitos de color. Los factores adicionales eran el coste, el rendimiento y la aptitud para el moldeo del material. En este proyecto se usaron 120 metros cúbicos de tulipwood suministrado por proveedores locales. Según Gelfand, el tulipwood recién cortado mostraba una variedad de colores naturales que habrían impedido la calidad continua de la estructura. Con el fin de unificar el diseño, se seleccionó una paleta de un promedio de 12 tonalidades de las piezas de tulipwood, que luego se aplicó a los módulos.

Por último, los perfiles codificados se entregaron en el emplazamiento para componer el rompecabezas final: un proceso de ensamblaje delicado y muy preciso que duró cuatro meses, gestionado y supervisado por el propio Gelfand. El resultado final sintetiza la paradoja de la creación contemporánea: lo que parece un gesto artístico, dibujado a mano, es, de hecho, el resultado del procesamiento algorítmico de datos y el producto de innumerables piezas intercambiables. Un trabajo aparentemente arbitrario, pero completamente informatizado; realizado por los verdaderos artistas de la tecnología de hoy en día con la materia de la naturaleza.

«Bella desde el punto de vista funcional y estético, la escalera es de hecho un balcón que da al vestíbulo de la oficina de abajo. Aunque la estructura puede parecer flexible, en realidad es completamente inamovible; una combinación del procesamiento algorítmico de datos y la artesanía magistral, que crea un resultado artístico inspirado en la materia orgánica», concluye Gelfand. «La escalera no se ha concebido como simple medio de desplazamiento de una planta del edificio a la siguiente, sino como una experiencia en sí: la de ver la estructura completa desde un nuevo ángulo a cada paso».

La Amot Atrium Tower, que alberga la escalera, ha obtenido la certificación LEED Platino, lo que significa que alcanza los mayores niveles de sostenibilidad y eficiencia de recursos. En este sentido, es apropiado que el vestíbulo disponga de una instalación orgánica. Al trabajar con tulipwood, que es una madera relativamente ligera de peso con un cociente de resistencia y peso muy elevado, Halaf y Gelfand han creado una estructura sorprendente, que no solo es una obra de arte por su forma inusual, sino también un ejemplo de cómo puede aunarse el diseño de alta tecnología y la carpintería tradicional para un uso moderno.

© Itay Sikolski – Numsix